martes, 4 de febrero de 2014

Duelo #10,576/Cuarto veneno/Madre


Madre:
Tu veneno me corre dentro, 
he perdido la cuenta de las veces que casi me muero pero sigo aquí, todavía, bajo el manto de la estúpida suerte de los humanos. Hasta ahora no me cayó encima ningún piano, sólo he tenido accidentes que involucraron dinero que no tenía, un descuido, olor a faso.
A veces percibo cómo el hilo se va haciendo cada vez más fino, como si fuera a zafárseme algo. Qué pasará si se destejen los puntos que hilan mi supuesta estructura, mi impotencia, mi coherencia, quedaría solamente una cuerda larga para enredarnos en ella como en esa foto que había en la escalera de cuando yo era muy pequeña, jugar a cazarlo como los gatos, ovillarlo todo de vuelta en una madeja que se sostenga a sí misma desde el centro, eso sólo, un paraíso perfecto.
No quiero ser como ese colchón que está en el garage. Cómo mierda es que esa goma estéril, esa espuma plástica se contamina y se pudre como nuestra mente podrida, la tuya, la mía, la de mi abuela y la abuela de mi abuela, cómo será la muerte, el hermoso vacío, la oscuridad donde no hay más cadenas, reflejos, génesis, espejos. Ahí no hay personas solas, no hay camas vacías, nadie duerme en la calle, no tiene casa nadie porque todos somos de tierra, ese polvo, partículas semejantes a estrellas.
Cuántos duelos durará mi vida. Cuántas veces quebraré mis propias costillas para moldear vasijas, Madre. Cuándo va agotarse el combustible que cocina el ollejo de la fruta para que podamos comerlo. Cuándo te vas a volver vieja y serena, cuándo vas a poner huevos, cómo vamos a desprendemos el tiempo que se agarra al ruedo y pincha como esas semillas de amor seco. Cuando eso ocurra, por favor te pido que me des otro nombre, quiero llamarme Udo, Otto, Máximo, Primitivo, que me des un nombre oscuro y con alas, dejarme crecer las barbas, caminar de noche por el sendero, encontrar un compañero, fumar opio y beber ginebra, tener las manos duras y una de esas espaldas cuyos músculos crecen hacia arriba, acostarme contigo, darte un beso e irme para siempre.
Un tango que suena lejos. Un hombre canta sobre una mujer que se ha ido, se llevó los frascos que guardaba en el baño, tras el espejo. Uno de ellos decía Veneno

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