miércoles, 13 de abril de 2011

Nuestra gratitud


La puerta está abierta y las ventanas, cerradas. Es la única salida que ha quedado sin rejas.
Hemos hecho grandes esfuerzos para que la casa deje de ser la misma en la que la abuela empezó a morirse, pero lo sigue siendo. Hace muchos años que hemos nacido.
La pintura nueva combina con el antiguo reloj -ni siquiera las paredes han podido escapar del color mostaza de la nostalgia-, y arriba de los roperos aparecen colchas de lana que jamás habíamos visto porque alguien creyó que un día tendríamos en nuestros propios pies tanto frío como sólo lo habíamos imaginado para otros.
Aparentemente hay una gran diferencia en levantarse temprano por la mañana y quedarse despierto hasta que salga el sol. Ellos fueron puntada, carbón, sacrificio. A nosotros no nos quedó ningún lugar para guardar el rencor: la abuela nos enseñó a hacer collares con fideos y mamá me permitía escribir las vocales en el espejo con sus lápices de labios -para hacernos algún mínimo drama de algo, tuvimos que estudiar en colegios de humanidades, desarrollar alergias, mirar la guerra en el noticiero y tener encarnadas las uñas de los pies-. No conocieron la culpa de los domingos, de los días que hemos pasado sin quitarnos la pijama. No sabemos qué era lo que imaginaban cuando rezaban por que nuestra vida fuera menos dura.
Esto es lo que hemos conseguido; lo que ustedes nos regalaron. No hemos descubierto otra forma de estar bien, más que la de seguir a nuestro corazón. Nuestros tiempos de ocio se los debemos a ustedes y la vocación de hacer lo que más nos gusta. No hemos sentido hambre ni vamos a tener tanto frío excepto que hayamos muerto. Tendríamos que estar muy tristes o solos o locos. No les vamos a pedir perdón; les estoy pidiendo permiso. Santificaremos las fiestas, nos echaremos al sol. Nada malo va a ocurrirnos. Los cimientos de esta casa van a seguir siendo los que ustedes clavaron en el suelo aunque usemos el patio para reunirnos con nuestros amigos a tomar vino. Y un día tomaremos un avión -quizá nos sirvan una comida tan desagradable que no estemos dispuestos a comerla- y aterrizaremos en la tierra de la que ustedes vinieron. Abrigados con camperas de pluma, daremos una vuelta por la plaza del centro y fumaremos un cigarrillos. Visitaremos la iglesia y encenderemos una vela que se apagará cuando ya no estemos ahí. Eso será todo lo que quede en el mundo de esta inmensa gratitud y no habrá sangre. Enseñaremos a nuestros hijos a que ya no les importe si eso es o no es suficiente.

miércoles, 6 de abril de 2011

Aclaraciones innecesarias

1.- La entrada anterior a ésta, fue la número 111.
2.- El número de duelo asignado a algunas de las entradas, se refiere al número de días de vida que goza y duele quien remite este mensaje.
3.- El contenido de esta entrada carece de importancia; su única finalidad es hacer más liviano el peso de no haber posteado nada en dos meses y lograr que el contador marque las cuatro mil visitas de una puta vez.
4.- La dichosa llegada del otoño no fue celebrada con una entrada; lo merecía.
5.- Del lado derecho de este espacio usted encontrará una serie de vínculos, cuyo objeto es promover o rendir homenaje al trabajo de personas que aprecio o admiro, compartir hallazgos que considero valiosos y orientarle a sitios que podrían ser de su interés. Considérelo una invitación.
6.- Si algún día logro comprender el sistema, prometo agregar etiquetas y todos esos gadgets metaconectores que ofrecen las redes sociales.
7.- La imagen del título del blog es nueva. Regalo de Jose. Píquenle ahí, cabezones... son todas cosas lindas.
8.- Ésta es una de las entradas más decadente de este blog. Si es la primera vez que usted lo visita, utilice el scroll y pásele a lo chido.
9.- Como no hay etiquetas, el trabajo lo tiene que hacer usted: a su derecha una vez más, bajo el título de Equipaje, yacen cerca de cien entradas que no han sido leídas en años; apriete en cualquiera de ellas o conjugue los verbos ir y volver en la barra de búsqueda arriba a la izquierda. Hay idas y vueltas como para hacer dulce.
10.- A quienes hayan llegado hasta aquí, a este renglón, a este momento, quiero decirles -como en una chorrísima entrega de premios (y como siempre)- que me alegra mucho. Vuelvan.

Vamos, Hit Counter... Vamos todavía.