sábado, 21 de julio de 2012

Pisadas

Una piedra
entrenada en los solos despojos
de la antigua montaña.
Un jardín abandonado: alguien
hizo del baldío un sendero
alguien decidió un día desenredar
la enredadera.
Un pozo para la tierra fértil
un pozo de agua viva.
Un estanque donde corra el agua en vez
del niño, una tregua para ésta alma hembra
aferrándose al muro
como la hiedra que nunca se seca.
Ella entendió la estructura de las plantas
y ahora crecen.
Aprendió y ha olvidado cómo podarlas.
No hay que pintar la pared, dijo,
yo estaré para verla volverse verde.
Para cuando la bugambilia
haya dado flores de todos los colores
el agua estará envenenada, mis piernas servirán para borrar
mis pisadas.
Huellas de lumbre reblandecen el barro
huellas fugaces se escapan...
no quieren contar más ésta historia.
Ya ven llegar el día en que
las plantas no toquen el suelo
y queden
por algún tiempo sus hojas,
sus semillas con alas y pelos
lluevan ahora condensadas sobre otros
pétalos y se transformen en azúcar.
Disuelta en las venas de los tallos,
en espinas, en leche
y estambre. Que tejan los cascarones
las esporas que cultivan las hormigas
y comen durante el asueto de invierno
repitiendo de vuelta los nombres de todo, Lucía.
    Lucía la piedra como una pequeña
montaña. Ella escuchaba su murmullo,
sus ganas de llegar al mar, y
sabía: está viva. Era sabia. grdhdDFREDDERFDDDFFFFrato. Cuandaba ento en el fondo os Piedra, una vez que hayamos muerto apidenadamente en este aparato. Cuand