jueves, 24 de enero de 2008

Reflexión abisal

Acabé de leer Los Siete Locos de Roberto Arlt. Cuando era adolescente leí El Juguete Rabioso y estuve obsesionada con ese texto los dos años siguientes. Supongo que este es el inicio de un nuevo camino de reflexiones en torno a varias cosas que me importan, hoy más que nunca, y que al parecer a Roberto Arlt le concernían tanto que dedicó su obra a ellas.
Mi maestro de narrativa contemporánea al que no conozco casi nada, puso Los Siete Locos de tarea para esta tarde. Para la próxima semana, la Trilogía Sucia de la Havana, de Pedro Juan Gutiérrez. Como si él sí me conociera, el maestro dijo algo en clase que no pasó desapercibido.- Un buen novelista necesita tener una cosmogonía clara. Tiene que poder afirmar esto o el otro acerca de la vida, del universo, de dios si cree que lo hay-. Aunque he pasado los últimos dos años y medio estudiando los distintos instrumentos con los que cuentan los escritores para la creación de un drama, específicamente la novela en este caso, me doy cuenta que a Roberto Arlt y a Pedro Juan Gutiérrez esos conocimientos les valían de casi nada, si es que contaban con ellos, cosa que no sé. Pero me atrevo a creer que en el momento que escribieron las dos novelas de las que hablo, no los necesitaron. Hay un brío en ellos, casi animal o tan elevadamente humano como el de otros virtuosos que pudiera mencionar. Como escuchar la música de Bach. Esa certeza de que hay una parte del arte, la que verdaderamente importa, que se hace jugándose la vida, apostándole absolutamente todo; la cordura, la integridad, la vida cotidiana.
Me queda nada más que mirar con atención, cómo es que se logra ese milagro. Que de alguna forma creo que sólo cobra semejante vida cuando hay alguien que observa, que lee, que escucha. Cuando fui a Roma vi un millón de cosas increíbles, pero El Moisés me hizo llorar. Quise saltar el sencillo barandal de madera que lo separaba de mí, correr a sentarme en sus piernas, a meter los dedos entre los rizos de sus barbas, a acariciarle los pies, a decirle que me perdonara por ser tan cobarde, por desear tan poca cosa, por que mi obra no infunde a nadie la necesidad de sentarse en sus piernas ni habrá leyendas en las que aparezco yo dándoles cincelazos pidiéndoles que hablen, porque es evidente que no van a hablar nunca.
Bach y Miguel Ángel no son, dirán algunos, Arlt ni Gutiérrez. Sí lo son, al menos para mí. Lo son en cuanto su obra me empala como se le clava una estaca a un vampiro y antes de que muera ocurre algo bello. Ese instante en el que me libero de mis lastres para sentir el dolor que conlleva a la conciencia de la vida, que es sólo un momento, que después termina. Termina porque deja de tener sentido, ya no hay nadie a quien escuchar decir que lo tiene, quedo yo sola sin poder contarle a nadie lo que he descubierto, y la luz que ese acto de magia echó sobre mi vida es efímera y se va atenuando, y el espacio queda en penumbra otra vez y muero o quedo viva en la oscuridad absoluta. Como el ecosistema de una anémona descompuesta, en el que la única luz posible está en sus adentros y no puede, no sabe, cómo hacerse encender.
Leyendo hambienta, mirando, escuchando. Sólo digiriendo un montón de alimento chatarra para el alma encuentro de vez en cuando un plato digno de degustarse. No conozco la forma de vivir en ese estado permanente. Tal vez no tiene siquiera chiste y si me acostumbrara a lo maravilloso dejaría de serlo. No lo sé. Sé que no sé nada y entre todo ese vacío dos cosas: que hay pocos cuya luz alcanza para iluminar su entorno, incluso después de su muerte y que adentro mío no hay tal luz.
Algún día, anémona vieja, que descubras cómo se hace para brillar, sólo entonces podrás ver las facciones de tu mundo y escribir acaso un epígrafe donde la vida importe de veras.

1 comentario:

Carmen dijo...

Hola, soy egresada de la Sogem, llegué aquí por no sé que razón que buscaba en internet y me puse a leer tu blog, me han gustado tus reflexiones y sobre todo por muchos de los libros que he leido yo también y que comentas con tan peculiar reflexión introspectiva- Ha sido muy grato encontrarte, leerte y recordar mis clase de literatura con Mario G.S. un excelente profesor.
Un saludo, nos estamos leyendo