sábado, 16 de febrero de 2008

Estética de la verga

Otra vez. Clase de Narrativa Latinoamericana. Para esta última sesión teníamos que leer la Trilogía sucia de la Habana, de Pedro Juan Gutiérrez. La solapa de la edición de Anagrama del libro decía, según quién sabe quién, que Gutiérrez es el nuevo Bukowski.
Está muy bien leer a los Beatnicks. Para una generación como la nuestra o los que están arriba de nosotros, vivir en este mundo tal como es y todas las dificultades contemporáneas de existir nos llevan a leer con hambre a los autores de esa época. Somos, como bien lo dice Michel Houellebecq en Las partículas elementales, hijos o nietos de esos gueyes. Las bases de nuestro absurdo mundo las fundaron ellos. Víctimas o próceres, a los que nos interesa la literatura tenemos casi, casi la responsabilidad de averiguar qué quedó escrito en esas páginas, qué pasó con el mundo a mediados del siglo pasado, cuáles son los antecedentes de los libros que estamos escribiendo nosotros.
En toda mi vida jamás he ocupado más tiempo en leer una corriente literaria como el que le atribuí en mi adolescencia a leer a los Beatnicks. Yo amé a los Beatnicks. Me peleaba con mi mamá en el comedor por no haber llegado a dormir en tres o cuatro días y utilizaba como defensa citas de Burroghs. Eso no me hace una especialista en el tema ni mucho menos, quiero aclarar que como es obvio ésto es sólo una impresión mía. Muchos hemos pasado por esa etapa. A algunos el furor les viene llegando apenas o nunca se les ha acabado, pero me parece bien que todos leamos a los Beatnicks. Yo entonces encontré en esos libros muchísimos puntos en común. Sentí muchas veces que me hablaban a mí a través de ese discurso generalmente dirigido a nadie, lleno de viajes en busca de lo exótico, desarrollando las crónicas de unos caminos atormentados por la libertad, el verdugo de la libertad de hacer lo que se nos pegue la gana en un mundo lleno de normas. A mí me pasaba lo mismo, de alguna forma, y Bukowski, Burroghs, Burgess se volvieron mis interlocutores. Una cosa me llevó a la otra y dentro del catálogo de Anagrama un día me encontré con Houellebecq. A él le debo el favor de hacerme ver que el mundo literario, ni siquiera el de él a quien también por ahí en alguna solapa alguien lo propone como el nuevo Kerouac, y mucho menos el mío, podía acabarse ahí.
En el aula de Narrativa Latinoamericana el maestro despotricaba contra algunos de nosotros, de moralinos, de impresionables. Decía.- Si creen que Pedro Juan Gutiérrez está hardcore espérense a Osvaldo Lamborghini-. Pero yo he leído algunas cosas de Lamborghini y entonces sentía que él sí era un artista.
El nuevo Bukowski… Yo me preguntaba ¿Qué hay de nuevo en Bukowski?

Dice Pedro Juan Gutiérrez:
“(…) Ése es mi oficio: revolcador de mierda. A nadie le gusta. ¿No se tapan la nariz cuando pasa el camión de la basura? ¿No esconden al fondo las cubetas de los desperdicios? ¿No ignoran a los barrenderos en las calles, a los sepultureros, a los limpiadores de fosas? ¿No se asquean cuando escuchan la palabra carroña? Por eso tampoco me sonríen y miran a otro lado cuando me ven. Soy un revolcador de mierda. Y no es que busque algo entre la mierda. Generalmente no encuentro nada. No puedo decirles: “Oh, miren, encontré un brillante entre la mierda, o encontré una buena idea entre la mierda, o encontré algo hermoso.” No es así. Nada busco y nada encuentro. Por tanto, no puedo demostrar que soy un tipo pragmático y socialmente últil. Sólo hago como los niños: cagan y después juegan con su propia mierda, la huelen, se la comen, y se divierten hasta que llega mamá, los saca de la mierda, los baña, los perfuma, y les advierte que eso no se puede hacer.
Eso es todo. No me interesa lo decorativo, ni lo hermoso, ni lo dulce, ni lo delicioso. Por eso siempre he dudado de una escultora que fue mi mujer algún tiempo. Había demasiada paz en sus esculturas para ser buenas. El arte sólo sirve para algo si es irreverente, atormentado, lleno de pesadillas y desespero. Sólo un arte irritado, indecente, violento, grosero, puede mostrarnos la otra cara del mundo, la que nunca vemos o nunca queremos ver para evitarle molestias a nuestra conciencia.
Así. Nada de paz y tranquilidad. Quien logra el reposo en equilibrio está demasiado cerca de Dios para ser artista.”

Pedro Juan sabe cómo tiene que ser el arte, pero está tan ocupado en ser un ejemplo de su propia definición que se aleja mucho de ser un artista. Cree que irritado, indecente, violento y grosero es decir verga o culo. Trilogía sucia de la Habana es mimesis sin ritual. No hay más que escasos momentos de representación, de reinterpretación de la realidad. La estética necesita influenciados, no enunciadores.
Me sentí bastante ofendida cuando el maestro pensó que yo era una tipa que se imresionaba al leer esta serie de crónicas sólo por el hecho de las palabras que utiliza o los hechos que cuenta. Me dio un poco de tristeza no poder explicarle a él y a algunos de mis compañeros que lo que me parecía ofensivo en Gutiérrez no era eso, sino el hecho de que lo estuviéramos tratando como un artista. Uno puede entender perfectamente cómo es la anatomía de una vaca y no por ello se vuelve uno automáticamente un médico veterinario. Es más, eso ni siquiera basta para ser un buen carnicero.
Le agradezco a mi maestro por mantenerme en conflicto, ya que al parecer su clase me enloquece cada jueves un poquito más y me da de qué hablar el resto de la semana. Yo creo que un verdadero escritor no está obsesionado con la idea de hacer daño. Si es bueno de a de veras, lo va a hacer, sin duda. Yo no sé cómo tiene que ser el arte ni sé si soy artista o no. Eso lo descubriré con el paso del tiempo o tal vez nunca pertenezca a los pocos elegidos que, no sólo saben de qué se trata el arte, sino que lo ejercen. Lo que me pasó es que Pedro Juan Gutiérrez no me hizo ningún daño. Las vergas no lastiman, por más grandes que sean, si sólo son literales.

1 comentario:

Guillermo Vega Zaragoza dijo...

Princesa:

Me encanta cómo te conflictuas con la literatura y con tus clases, aunque debo confesar que envidio al maldito del Mario, porque él es el que te pone en estos predicamentos y no fui yo, aunque, bueno, me consuela que él no te puede disfrutar (aún y espero que nunca) con tu risa desaforada que atrae a los hombres como las moscas a la miel, y por todo.

Te mando besos y mil abrazos.

Guillermo

PD: Y sí es cierto: Buk y PJG son perros que ladran y que quieren morder, pero que en el fondo están bien madreados y por eso se impusieron eso de incordiar a los horteras (como diría Sabina)