lunes, 13 de junio de 2011

Cuatro cuartos

I

Una fiesta en el bajo Alberdi, anoche, entre toda la basura.
Ya todos han sentido una aguja entrando en su carne:
Una flor negra crece en el hombro de una mujer de vestido corto. Ese de allá lleva un par de objetos grandes ensartados en las orejas. Aquella chica ha adornado su camiseta con un montón de alfileres de gancho.
Es domingo y el periódico no está sobre la mesa del desayuno. En cambio, hay un libro de poemas, tabaco sabor vainilla y agua caliente para el mate dulce. Una pantalla blanca en la que a lo mejor aparece un hermano.
El sol estalla haciendo equilibrio sobre alguno de los centros. Cómo hemos deseado pensar que sólo había uno de cada cosa. Cómo, después de tantas vueltas, encontramos que posiblemente así sea, al menos aquí o por ahora:
Si alguien quiere hacer un chiste, éste es el mejor momento.


II

Espero de la vida: otros domingos como éste;
que haya miel en la alacena;
que cada invierno los árboles tengan frutos. Y la lista sigue, totalmente predecible, como si fuera yo y no otro el que enumera las abundantes espigas de oro.


III

Aspirábamos las notas sensacionales, los acordes fuertes, tocando
la batería con el ritmo al que movemos nuestros hombros.
Si todo se prende fuego:
Este tapete plástico va a servir de mucho.
Sal por la salida,
sal, la salida.
Si todo se prende fuego:
Arde la herida. Sal, la salida. Sana,
sana, palidece. Exuda... suspira.


IV

Era lunes y el otoño lo sabía. Nada ya clareaba tanto como ayer,
excepto tú.

¿Sigues ahí?
.- Sí.

Después de eso, no pudo encontrar consuelo alguno; la belleza reventó contra la pared y le dejó una mancha roja, anaranjada, amarilla y verde. Y si todo se prende fuego, sal por la salida.

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