lunes, 20 de abril de 2009

Genealogía de gracias

No sé qué título poner a este post, ya que por enésima vez podría llamarse ir o volver o algo así.
Volví.
Volver es raro... ya tengo bien interiorizado que, sin haber hallado un buen motivo para no heredar el karma de la familia, mi destino es ese, como los que bajaron de los barcos, ir y venir.
Regresar a la CASA GRANDE, digamos la más grande de todas, esta vez pareció natural. No fue un proceso accidentado y obligatorio como llegué a pensar que sería todas las veces. Anoche las persianas estaban bajas hasta la mitad, la habitación era toda nuestra, se sentía aquí dentro la certeza de un hogar que, suceda donde suceda, es inmutable. Se conserva estoicamente ante las crisis económicas, personales, grupales, la salud y la enfermedad, en la alegría y en el duelo.
En la alacena siempre hay comida suficiente como para enfrentar un estado de sitio. Incluso los pequeños lujos que vienen de lejos como las especias y el mate nunca hacen falta. Si alguien va al otro lado del mundo, no tiene que ser alguien cercano; basta con que sea querido, entonces trae, como llevó Colón a los reyes de España, las cosas especiales. Lo que aquí no existe y sólo lo hace por el hecho de que alguenos lo recordamos. Podemos saborear los canelones de la abuela Luci aunque no los vayamos a volver a probar jamás. Y allá, en las alacenas lejanas hay latitas de chiles chipotles que son atesoradas como polvo de oro, costalitos de harina de maíz. De manera fantástica una Megabolsa de Sabritones puede traspasar latitudes y permanecer durante meses brillando en ese altar hasta que se celebre una ocasión especial y entonces la Tía Nachi salga a la aventura con la misión de encontrar una "palta" sureña y prepare un guacamole (que no dejará de serlo aunque su aguacate haya nacido en La Pampa y los limones de la mezla sean grandes y gueros como los habitantes de Inglaterra) y recién entonces, ahora sí se abra esa bolsa y se comparta una comida cuyo sabor, como el día de muertos, no sea lo que importe tanto, sino el espíritu.
Así, el espíritu de todos los tiempos se conserva en este pequeño departamento, guardado en cajitas que adornan la mesa de la sala, en frascos almacenados dentro del refigerador, en abrigos colgados en los clósets. En la alacena que, desde pequeña, ha sido para mí la habitación más segura del mundo.
Hasta hace poco los guardianes del tesoro eran los abuelos; la Nona Lucía que es la última que me queda. Ella cayó enferma y de manera forzosa pero tranquila, mamá y papá, el Tío Eduardo y la Tía Nachi, heredaron esa magna responsabilidad: sustentar un sitio único. El único hogar posible que existirá para nuestra familia hasta que el tiempo termine su novenario.
Creo que está muy cabrón ser padre, tener un lugar como este. De todas las veces que los hijos hemos regresado, dignamente o con la cola entre las patas, siempre es igual. Lo único que cambia es la manera en la que el estado de ánimo de quien vuelve percibe las cosas. Pero esta vez me di cuenta que es sólo eso. Un hogar nunca hace sentir vergüenza a nadie que lo haya habitado. Es un símbolo. Algo que pertenece más a la mitología que a la extraña manera en la que se construye la realidad.
Me alegro de estar aquí. Los planes son otros pero aquí siempre hay espacio para hacerlos, tolerancia, apoyo. Mis padres son todo lo que alguien como yo pudiera pedir de unos padres y sorprendentemente más que eso. Dos seres humanos con una calidad infinita. Es increíble que un día sin querer, uno que es un simple mortal vaya a poder convertirse en eso para alguien. Y es maravilloso que en este cuento el Mago de Oz permanezca tan cerca como la voluntad me lo permita.
"No hay lugar como el hogar".
La abuela Luci decía La casa es chica pero el corazón es grande.
Grande Nona.

1 comentario:

Iliana Pichardo Urrutia dijo...

Qué lindo lo que escribes luci... me emocionó... describes de un modo justo esa sensación del hogar... recuerdo un texto que leíste en la sogem sobre tu "nona" que me gustó mucho... igual que aquella vez, volví a sentir nostalgia...
Un abrazo!