sábado, 1 de enero de 2011

Fwd 2011

Envié este mensaje a mis seres queridos para despedir el año. Fueron ellos, con la enorme generosidad que los caracteriza, los que me aconsejaron postearlo aquí. A ellos están dedicadas estas líneas:

En los cuadros de esta nostalgia de calendario gregoriano tan predecible, hay calles y noches, luces de todos colores, escritorios y asientos, cortinas, telones, sábanas, bolsas de dormir, pañuelos desechables, vendas. Montones de manos que se alcanzan objetos unas a otras. Fuentes, ríos, regaderas, baños públicos. Aeropuertos y terminales de autobús, estaciones del metro que se vacían de toda esa gente que espera en tan poco espacio... y quedan sólo los ecos de algunos pasos solemnes que ya no se apuran porque es demasiado tarde.
Lunas cortadas por la mitad, de color amarillo, durazno, blancas. Mañanas que llegan sin haber dormido, en las que los propios párpados pueden sentir los ojos desvelados y atentos a la claridad inesperada. El calor que enrojece las mejillas hasta que laten por sí mismas como dos corazones sonrientes y ansiosos de llegar al lugar en el que se los espera. La primavera y el otoño sólo son los matices que las plantas nos barren y nos llueven, confiándonos, en un cifrado de sonidos, que todo llega y todo se va, pero sobre todo, continúa.
Serán ya cientos de miles los kilómetros de carretera. Otra vez las noches sin dormir esperando para irse, otra vez las sábanas que los pies retuercen anticipando el movimiento para levantarse, bañarse, cambiarse y abrir otra vez la mochila para comprobar si está todo, ojalá esté todo, y cerrarla e irse... Los kilómetros de vuelo por sobre las nubes que cuando se esconde el sol ya no se sabe si son nubes o mares, o desiertos de sal o montañas de arena. Los caminos que se ven desde allá arriba, increíblemente perfectos, que lo atraviezan todo, todo de una manera en la que pareciera indiscutible que somos parte del universo. Caminos como flores gigantes, como las venas de los empeines, como tallos de apio, como alas de insecto como velas de barco. Desde allá arriba no se distingue ningún error. La vida persiste de la única forma en la que sabe hacerlo: repitiéndose a sí misma, filtrándose en todo lo que existe. Por sobre las nubes distinguiendo a los que están abajo como nidos de luciérnaga, tan pequeños o lejanos que no se sabe si son fósforos, lámparas, haciendas o pueblos. Cómo hemos poblado este mundo tan grande que el horizonte se curva, los ojos son esferas, damos vueltas alrededor del sol y bailamos en ronda. A pesar de la distancia podemos encontrarnos. Aquí mismo, a la hora de la siesta, en cada palabra que se formula está la certeza de ti.
Todos los libros que se tratan de lo mismo. Las letras en diferentes lenguas que se entienden de todas formas. Con la cabeza rapada y el cuerpo desnudo formamos un ejército de los mismos seres que descubren que tienen cosas en común con todos los otros, incluso aunque no lo deseen o aunque no puedan verlo. Un millón de veces más escribiré esta carta para decirles que los llevo adentro mío porque todas las cosas me recuerdan a ustedes, me acompañan de ustedes, nos reúnen eternamente y al final no queda ninguna frontera o límite, ninguna separación ni distancia o pasado posible y solamente el cariño, la luz que irradia de lo invisible.
Feliz 2011.

2 comentarios:

Ceteris Paribus dijo...

Benditos seres queridos que tienes porque gracias a ellos pude leer estas hermosas palabras vivientes.
Feliz 2011!

Iliana Pichardo Urrutia dijo...

¡Feliz año para ti, querida Lu! Que la luz siempre te encuentre, volando. Muchos abrazos al sur. :)