Cuando me levanto muy temprano, aunque hayan pasado muchas horas de vela, sigo sintiendo como que un pedazo de mi sigue en la cama. Es algo parecido a estar cruda: Shhhhhhhhhhhh no griten. Mi paciencia no se despierta conmigo y es tan pequeña que cuando se incorpora finalmente, casi ni la distingo. A las 9:15 am ya llevaba dos horas manejando en el estúpido tráfico y estaba prácticamente estacionada en el Viaducto a la altura de Troncoso. Tenía un disco de Modest Mouse, pero no quise escucharlo. La modestia no es nada buena cuando lo que uno quiere es colgarse del cortinero. Ese disco me pone de buenas y escucharlo me parecía como tratar de fingir. Prendí la radio y puse Radio Ibero. Es en la única estación que pasan música que me gusta prácticamente todo el día y casi no hay anuncios. Nunca le pongo demasiada atención a los locutores. La cosa es que dadas las condiciones, no quedaba de otra más que eso: un programa en el que participan un tipo y una tipa; él posee una necesidad exacerbada de decir lo que piensa y ante su propia verborragia se cree maravillosamente culto. Si uno escucha bien y está de malas, puede percibir claramente que mr. comosellame no sabe nada de nada y cualquier parecido entre su discurso y uno coherente radica en que de vez en vez repite cosas que escuchó por ahí, citas. La mujer en el fondo parece no tan tan tonta, pero ella no lo sabe. Sin embargo, de la mancuerna, es ella quien le da un poco de seriedad al programa creyendo que para lograr eso se necesita que interrumpa a los demás para dar información científica extraída de dudosas fuentes. Lo único bueno del programa es una tercera voz, que por lo que escuché parece que hay días que no está, que pertenece a un personaje ficticio llamado
A las diez empieza un programa que ya había escuchado antes. Se llama DFM y tiene el perfil de una revista cultural, cosa que se agradece. Tienen una sección dedicada al teatro y otra para cada materia: mientras llegaba a mi destino extendieron la convocatoria para un seminario de foto en el Centro de la imagen y pusieron música linda. Hice algunas cosas en
Eran las 2:30 de la tarde cuando me bajé por fin del coche después de haber recorrido la cuidad de punta a punta dos veces. Me tragué a los cientos de conductores que quieren pasar porque el semáforo está en verde, haciendo caso omiso de que al cruzar la calle no queda espacio para un coche más; los hijos de puta que desconocen el motivo de la regla Uno y uno; los que inauguran la segunda fila para dar vuelta a la izquierda; los peatones zafados que deciden cruzar por abajo del puente peatonal; los policías con sus ridículas gorras fosforescentes que te dicen que avances cuando no hay para dónde hacerse; los que invaden el carril del metrobús; los que si dejan pasar a la ambulancia aprovechan para seguirla por una o dos cuadras; los que traen Suburban y se creen ambulancia; los de mirada perdida, ejemplo de que a nadie le importa. Pedí piedad no solamente en el Viaducto, sino en Calzada de
Recordé que mi abuelo Juan nació en 1919 en Resistencia, provincia de El Chaco, Argentina. Un lugar olvidado por dios. Él contaba que su padre construyó la primera radio de transistores de todo el pueblo y que la gente venía a su casa por las noches a escuchar aquel acto de magia sentados en círculo, tomando mate y aguardiente, consientes del privilegio que era ser parte de ese mundo nuevo. Hace casi cien años de eso. Resistencia era un sitio al que sólo llegaban el tren y las ondas de amplitud modulada. Este lugar es muy diferente. Todo converge aquí y al parecer tenemos mcuho más de lo que necesitamos para vivir. Pero a veces, sólo a veces, me parece notar que hay quienes siguen tomando al mundo por lo que es. Un sitio que necesita hallar el orden mediante el acto de quitar, de apelar a lo simple, al detalle del otro; donde la única respuesta posible al clamarle a dios por auxilio, proviene de la puesta en común y de la intención de devolverle a cada cosa su valor universal.
1 comentario:
No me gusta la gente que suelta cada dos por tres citas de personas mientras esta hablando contigo. "y como dijo tal y como dijo cual..." Una vez vale, trescientas cincuenta y ocho seguidas no.
Me alegro que disfrutaras con mis barquitos de papel y tela. Tienen su historia, algo importante y nada interesante.
Gracias a ti
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